Como pasa en España, y en el resto del mundo, un día después de una masacre de tal calibre como la que se posaba ayer en el instituto de Parkland (Florida), el mundo solo quiere culpables.

A primera vista, tras analizar lo sucedido, solo queremos capturar la imagen del asesino, aquel que se cobró la vida de 17 estudiantes en un rato. Aquel que no le importó y nos apresuramos a decir que, incluso meditó el golpe que llevaría a cabo a primera hora de la tarde en un día en el que la gente corriente no andaba más que preocupada de comprar bombones y embellecer sus casas con ramos de rosas con motivo del “San Valentine’s Day”.

Pero ahora la realidad es otra. Nikolas Cruz es subrayado en negrita y mayúsculas en los titulares de medio mundo y ahora solo, repito, queremos culpables.

Porque serán infinitas las declaraciones y excusas que se colarán en las ruedas de prensa, declaraciones de familiares y amigos; responsables educativos y cargos políticos harán malabares para esquivar las preguntas de los periodistas con hambre voraz de respuestas presionados por unos jefes sedientos de lo que ya veníamos hablando: el mundo quiere un culpable.

Pero ¿queremos realmente investigar la causa? ¿Queremos ahondar en unos problemas desgastados hasta la médula de ser puestos en evidencia?

Vemos clara una reflexión fácil: La enseñanza pública obligatoria no exime a priori a ningún alumno de cursarla. Cualquiera de nosotros, echando la vista atrás, somos conscientes de la jauría de hormonas y sentimientos encontrados que se cuecen día a día en las aulas. Es por eso que, tras establecerse una segmentación evidente entre los alumnos, el resto pasan automáticamente a formar parte del grupo de los excluidos. Nikolas Cruz pertenecía a esos excluidos. Parece que por el carácter que se le otorga a ese gremio también debe presentar la característica de ser reducido, pero ese es un debate abierto en el que hoy no entraremos.

Así lo contaban sus ex-compañeros ante las cámaras tras lo sucecido: ha sido un acontecimiento totalmente previsible.

Cruz no solo fue excluido en esa segmentación que hacen los adolescentes a esa edad sino que también fue expulsado por los adultos: profesores y directivos del centro.

¿Cómo se tomarían ustedes una doble exclusión de este tipo?

En un país donde el libre comercio de armas esta a la orden del día, vemos que las posibilidades de que tenga lugar una desgracia como la sucedida se elevan irremediablemente de forma exponencial.

Con esto no quiero decir que la exclusión y la violencia con armas de fuego vayan de la mano, pero que Nikolas Cruz, según las fuentes, hubiera recientemente ingresado en un programa de entrenamiento militar junior despeja muchas dudas.

En definitiva, si alumnos, profesores y directivos toman el papel de “exclusión” y entrenadores militares de “reinserción” , a espensas de conocer más datos del entorno familiar del joven, no tenemos más que plantearnos la pregunta del principio: ¿queremos culpables?

Sogni