Describía así el profesor Felipe Fernández-Armesto (historiador y titular de la cátedra William P. Reynolds de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EEUU)., en un artículo para El Mundo, el concepto o al menos su percepción del significado ‘nación’:
– Nación: es un grupo que se califica de «nación», ni más ni menos. El término no tiene ningún valor objetivo. Hay buenos motivos para calificarse así -experiencias históricas (siempre que no sean míticas, que normalmente lo son), idioma común, tradiciones culturales peculiares- y otros malos: interés político, materia genética, supuestos rasgos físicos o mentales (que seguramente no existen y que suelen inventarse para excluir a minorías despreciadas), presunto espíritu u otra herencia metafísica y engañosa.
Y añade Fernández-Armesto:
-El hecho de ser una nación no confiere ningún derecho a tener Estado ni instituciones propias; pensar lo contrario es nacionalismo-
Si me hubiera cruzado entonces yo a Fernández-Armesto al doblar la esquina esta tarde qué otra cosa hubiera podido decirle que pertenecía desde entonces a la nación del eterno verano.
La nación del verde cortijo y humildes campechanos. Del río más vivo y el mar hasta en sus días malos. La nación de la arena en los pies, comiendo (sí, a la vez) pescaito en verano.
Nación merecedora de vivir y sufridora de los que emigran y echan en falta que les caliente su sol y sus terrazas durante las cuatro estaciones del año.
Agradecidos son desde la cuna los que les tocó compartir su suerte y también su encanto. No hay tierra más deseosa de festejos mil, no hay gentío que nos encuentre y no reconozca que vitoreamos nuestra nación, los trescientos sesenta y cinco días al año.
PERO no olvidaría decirle que los conceptos teóricos se plasmaron en los libros y desde la revolución tecnológica pocos son los que ahora se las ingenian en descifrarlos.
La opinión pública une hoy nación y nacionalismo, y aislarlos parece ardua tarea, y más difícil según qué campos.
Preferiría entonces profesor, reconocerle ANDALUCÍA (a secas) y mi amor por su única y válida nación, la que los españoles representamos.
Sogni