Es increíble cómo la ignorancia nos puede llegar a hacer presos de nuestras propias palabras.
Así es como me siento cuando escucho que nuestra cifra de parados es “insostenible”, que vivimos una situación “completamente irremediable” y que “nunca se había visto nada igual”.
Pero volvamos a la raíz de mi cuestión.
¿Por qué llevo 21 años estudiando y nunca se me plantearon en clase algunos de estos problemas?
(El 99,9% de los jóvenes españoles no conoce sus derechos constitucionales o ni siquiera sabe que los tiene).
¿Por qué no se nos incentiva a conocer y ser conscientes de nuestra historia más reciente; como que las becas para estudiar en la universidad son fruto de los movimientos estudiantiles que se dieron en la España del 86?
(Somos muchísimos los que podemos estudiar dentro y fuera de nuestras casas gracias, en parte, a estas ayudas).
Es increíble cómo la ignorancia nos puede llegar a hacer presos de nuestras propias palabras.
Porque es más fácil controlar a una masa no consecuente y sumergida en el titular más escuchado en estos 32 días que llevamos de 2018: “CRECE el número de contratos TEMPORALES y con SUELDO MÍNIMO”.
Que si en el 87 ya hubieron jóvenes que lucharon y consiguieron reivindicar estas desigualdades sociales y promover avances ante un gobierno que bebía del post franquismo más eclesiástico y anticuado si cabe…
Es cierto que a los de los 90 nos encanta viajar, colgar nuestras fotos y por qué no, plasmar de paso todo nuestro potencial tecnológico en la red.
Pero después del Erasmus, de la inmersión lingüística desenfrenada y después de la sobrecualifación en la que nos vemos actualmente sumergidos; queremos volver a casa.
A la huerta de Murcia, a los rascacielos del corazón de Madrid. A las Rías Baixas, y a la Feria de Abril. Porque a los de los 90 nos gustan las playas de Cádiz y olor a mar que se respira en la Costa Dorada, en la Cantábrica y en Ceuta y Melilla, nos queremos quedar a vivir.
Queremos volver a las calles que envuelven Barcelona, y a los pueblecitos más de interior, sobretodo los que nos vieron con nuestras abuelas crecer y reír. Y queremos Vigo, Ávila, Salamanca, Cáceres, Granada y Valladolid. Quedarnos en Mérida, volver a Almería y volar hasta las islas: Tenerife, Formentera, Las Palmas y Mallorca, la lista paradisíaca es infinita y aún sin definir.
Querríamos volver a Málaga, porque en el sur es donde uno querría siempre morir.
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Ya tocaba un poco de Sogni ? (no me canso)