Dos hermanas y un McDonald’s

Entran dos hermanas al McDonald’s un domingo a media tarde y piden un helado.
Uno cada una. Uno de esos con más cucurucho que crema de nata. De los que tienes que saborearlo con prisa o hacerte con veinte servilletas y una cucharilla para acabar con él antes de que éste acabe contigo. Y con las mangas limpias de tu camisa.

Que hace mucho frío, insiste una a la otra, y que este mayo está inquieto y no hay quien acierte con la ropa. Que hay que aprovechar los domingos como este, en los que a media tarde se puede venir a por un helado.

Yo creo que son de buena familia. O al menos fueron educadas para que lo pareciese. Me fijo en sendas piernas y aún en mayo cubiertas con medias parecen. Ahora, esa misma que pasaba frío pero come su helado, relata minuciosamente a la otra las capas de ropa que tuvo que ponerse. Siendo mayo ya y comiendo helado a media tarde. Y lo contradictorio que todo le parece.

La otra, que escucha atenta, parece haber tenido un accidente doméstico. Tal vez un resbalón en la ducha, lleva cicatrices en ambos codos y en la frente.

Voy pensando que pueden ser hermanas. El color que tiñen sus cabellos no coincide, pero en estos tiempos todo vale, y no sería sorpresa que la peluquera en un arrebato de creatividad hubiera querido improvisar con ellas.

Ya no tengo dudas. Sus comisuras y el pigmento de sus ojos podrían ser intercambiables. Mientras escribo y la vez las observo, una no hace más que rechistarle a la otra e insistir que baje el volumen: “¿No ves que aquella chica está estudiando?”

Discuten continuamente.
-¿Pero por qué solo puedes hablar tú?
-Baja el volumen te he dicho

Disimulo y ojeo unos papeles. Pero ella, la que ahora termina de mordisquear el barquillo, un domingo a media tarde en el McDonald’s, hace caso omiso y tararea:

-Fumando espero,
al hombre que yo quiero…-

No puedo evitar reírme y la otra, al ver que es inútil callarla, le sigue:

-Y mientras fumo,
mi vida no consumo

porque flotando el humo
me suelo adormecer…-

(Juraría que ambas rozan el siglo de edad. Casi 100 años de experiencia en una sola persona, comiendo un cucurucho de nata un domingo de mayo a media tarde en el McDonald’s. Solo quería cambiarme a su mesa y escuchar.)

Sogni



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