El olor del verano

El olor del verano

Parece que estas (últimas) lluvias nos huelen a que empiece el verano, y aún recuerdo las ganas que tenía el año pasado, porque nunca terminase de acabar.

Y cuento hoy las abuelas que repiten que hasta cuarenta de mayo uno no debe quitarse el sayo, pero es que nos pueden las ganas de biquini mojado y toalla húmeda, esa que recuerdas llevar en la mochila solo cuando la vuelves a necesitar.

Pero cuánto hay que pagar para pisar aquella arena con la misma frescura con la que la pisa un niño que vive su primer verano frente al mar.

El sol sellando el sol que lleva chupando la piel durante meses, la adictiva melanina que nunca nos deja de sobrar.

Parece que las lluvias huelan hoy más que nunca a verano, a esos en los que la inexistencia de horarios laborales eran la regla y no la condición sobre cómo debernos de organizar.

El sol sellando el sol que tu piel empieza bien a asimilar. Debo padecer algún tipo de síndrome confuso que no termino de pillar: añoro el verano como si ayer por la tarde se hubiera ido de casa sin dar señales, cuando en realidad debería estar esperándolo ya.

Crecer supondría entonces un día verme disfrutándolo de nuevo, otro recordando que ya nunca será igual.

Sogni, amigos. 



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