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¿Tiene límites la corrupción? No hago más que preguntármelo.

Tenía la idea firme de que el desencadenamiento al desprestigio del organismo político, por lo menos había desvinculado el enchufismo de la educación estrictamente pública, pero aquí nos hallamos.

Y mira que ya habíamos asimilado circunstancias. Lo de vivir en un país exento de presupuesto destinado a i+D (al menos con carácter urgente y prioritario). Lo de equiparar los debates televisivos al radio-patio que se genera en los edificios los sábados por la mañana. Lo de verificar las opciones reales que tiene de encontrar un mejor puesto con un mejor salario aquel que estudió y/o estudia en colegio de pago. Lo de la economía sumergida y la latente apuesta por las pagas en negro. Hasta lo de que el fin del bipartidismo solo nos dejaba una partida con más fichas en el tablero pero sin cambios relevantes de estrategias y jugadas, fueran quienes fuesen los participantes.

¿Tiene límites la corrupción? No hago más que preguntármelo.

Creíamos suponer que la educación pública nos alejaría del vínculo que sostienen aquellos que tomaron la justicia acorde a su propia ley, y embarraron el futuro a esos otros que aún así se mantuvieron a su lado.

Ahora que el desprestigio se cuela en nuestras aulas, las mismas en las que creíamos ver prosperidad, orgullo, esfuerzo y trabajo. Ahora corruptas, ahora vacías de confianza. Vacías de salidas laborales limpias, ensuciadas por unos cuantos.

¿Tiene límites la corrupción? Tendremos que salir al extranjero entonces, tenemos nosotros estudiantes el deber moral de averiguarlo.

Imagen: Viñeta de Puebla. (ABC.es)



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